lunes, 27 de mayo de 2019

CORDOBAZO




En vísperas de los homenajes que se realizarán para celebrar (sic) el cincuentenario del Cordobazo, me parece necesario manifestar opinión, ya que  fui testigo directo de dicho acontecimiento. Como estudiante universitario tuve oportunidad de visitar unos días antes al gobernador de la Provincia, con un grupo de compañeros, inquietos por los rumores de lo que podía suceder. El Dr. Carlos Caballero, que luego sería mi maestro, nos confirmó lo que se estaba preparando, y que ya había informado al gobierno nacional. Me limitaré a resumir datos y análisis de los antecedentes citados.
Como afirma el historiador Roberto Ferrero (1), historiadores y periodistas “alineados con los sectores radicalizados de la izquierda mitificaron el gran suceso que quedó bautizado como el “Cordobazo”, calificándolo como un movimiento espontáneo”. Sin embargo, esta interpretación ha sido refutada, entre otros,  por un participante, Lucio Garzón Maceda (2), quien describe como fue preparado este levantamiento. Los cócteles molotov fueron “elaborados en el patio trasero de la vieja casa del Smata de calle 27 de Abril 663 y en su camping de Saldán”, con a supervisión del  “Gringo” Tosco (Luz y Fuerza) y de Elpidio Torres (Smata).
Luego diagramaron el recorrido que los trabajadores harían por las calles de la ciudad; la provisión de las molotovs, de recortes de hierro y de bulones y tuercas para ser lanzados con gomeras; el lugar y la hora del acto principal; las reuniones con diversos gremios para establecer en qué momento se sumarían a la columna principal, y las conversaciones con la dirigencia estudiantil (los reformistas, con Tosco, y los integralistas socialcristianos, con Torres), para establecer el esquema de la colaboración de los miles de estudiantes universitarios, especialmente de la zona del Clínicas.
Como dice Torres en su libro El Cordobazo. La historia: “Nada estaba librado al azar. Todo había sido organizado. Ello quedó demostrado aun en los más mínimos detalles”.
Estuvieron ausentes los mercantiles y la Asociación Bancaria, cuyas dirigentes habían pactado con el gobernador, Carlos Caballero, integrar el Consejo Asesor Provincial, creado por ese mandatario.
Entre los universitarios, faltaron a la cita los militantes de los grupos de ultraizquierda, que repudiaron la movilización por haber sido organizada por la “burocracia sindical” y se dieron la alternativa de ir a los barrios para “concientizar” a los trabajadores, porque ellos estaban iluminados por la luz de su radicalismo.
Aquel día, la ciudad de Córdoba quedó bajo el control de la subversión, perfectamente organizada, que nada improvisó. La policía fue completamente desbordada y debió replegarse a sus instalaciones. La subversión se apoderó del centro de la ciudad y bloqueó los accesos. Se incendiaron numerosos negocios y edificios, entre ellos las sucursales de Critroen y de Xerox, símbolos para los manifestantes del imperialismo capitalista. Durante varios días se escucharon disparos de francotiradores. Ante la gravedad de la situación, durante las últimas horas de la tarde el gobierno nacional ordenó que tropas del Ejército, entraran a la ciudad para controlar el caos. La IV Brigada Aerotransportada con su comandante, el general Jorge Carcagno, debió combatir. El retorno a la normalidad requirió varios días, con un saldo de muertos, heridos y cuantiosas pérdidas materiales.
Exactamente un año más tarde, el 29-5-70, fue secuestrado y asesinado el general Aramburu, hecho que marca el comienzo de la guerra revolucionaria.
Lo ocurrido en Córdoba no fue fruto de la casualidad; en la provincia tenía su epicentro el sindicalismo clasista, lo que puede resultar curioso ya que en ese distrito el ingreso per cápita era uno de los más altos del país, debido a la potencia de sus empresas industriales. Es que la fuerza del ideologismo había logrado instalarse en la dirigencia gremial. La Confederación General del Trabajo quedó dividida en dos sectores: la peronista ortodoxa, CGT Azopardo, y la CGT de Paseo Colón, con sede en el sindicato de Gráficos. Esta última, liderada por Raimundo Ongaro, quien mantenía estrechos nexos con los dirigentes subversivos y adhirió a la postura del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), que realizó un encuentro nacional, en Colonia Caroya, antes del Cordobazo.
En el encuentro citado, efectuado entre el 3 y el 5 de mayo de 1969, se concluyó, por ejemplo: “Dada la experiencia histórica y la situación creada por un estado de violencia institucionalizada y de represión sin escrúpulos, no se vislumbra una salida verdadera y eficaz que no apele a la lucha armada del pueblo por su total liberación y por la instauración de un auténtico socialismo”. (3)
Luego del Cordobazo, el 27-6-69, los coordinadores regionales del Movimiento emitieron una declaración, asegurando:
“Es falso que los incendios y destrozos realizados hayan respondido a un plan premeditado para realizar actos de vandalismo indiscriminado.
Hemos podido comprobar que todo comenzó con una marcha pacífica de obreros y estudiantes desarmados que se vieron obligados a defenderse con todo lo que tuvieron a mano, después que la policía utilizó contra ellos sus armas de fuego, matando a mansalva a algunos de los manifestantes.
Comprendemos que su indignación los haya llevado al extremo de incendiar y destruir algunas propiedades y vehículos pertenecientes a quienes consideraron responsables de esa situación. Los bienes atacados eran todos propiedad del Estado, de las Fuerzas Armadas o de prominentes oligarcas.” (4)
Ongaro aseguraba que mantenía  una comunicación permanente con Dios y con la Virgen, a quienes presentaba como fuente de su inspiración política. Pese a que sostenía que no era marxista, en la revista Cristianismo y Revolución, de abril de 1969, destacaba: “La clase trabajadora tiene como misión histórica la destrucción hasta sus cimientos del sistema capitalista de producción y distribución de bienes. Nuestras esperanzas no transitan por el camino de las urnas…”. “Nuestra tierra tiene que ser liberada y todo nuestro pueblo en armas tiene que hacer esto…”.
Las consecuencias políticas e ideológicas del Cordobazo fueron muchas y variadas, e influyeron para generar un imparable proceso de debilitamiento del gobierno militar. Ese fue uno de los objetivos principales de la operación insurreccional de masas, la primera de su tipo ocurrida en el país y una de las más importantes que haya tenido lugar en el continente.

(1)  “Entre el mito y la realidad”; La Voz del Interior, 27-5-19.
(2)  La Voz del Interior, 28-5-15.
(3)  Bresci, Domingo (Comp.). “Documentos para la memoria histórica. Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo”; Centro Salesiano de Estudios San Juan Bosco, 1994, p. 74.
(4)  Bresci, op. cit., p. 83.

Fuentes:
Acuña, Carlos Manuel. “Por amor al odio. La tragedia de la subversión en la Argentina”; Buenos Aires, Ediciones del Pórtico, 2000.
Díaz Bessone, Ramón Genaro. “Guerra revolucionaria en la Argentina (1959-1978)”; Buenos Aires, Círculo militar, 1988.